Andrés Sanfuentes

Aysén como un símbolo

Lo que ha ocurrido en Aysén viene a ratificar las dificultades que está enfrentando el gobierno, en las que se mezclan aspectos coyunturales con situaciones más de fondo, de largo plazo.

Por: Andrés Sanfuentes | Publicado: Miércoles 7 de marzo de 2012 a las 05:00 hrs.
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Andrés Sanfuentes

Lo que ha ocurrido en Aysén viene a ratificar las dificultades que está enfrentando el gobierno, en las que se mezclan aspectos coyunturales con situaciones más de fondo, de largo plazo.

Sebastián Piñera fue elegido en segunda vuelta por una mayoría estrecha, principalmente gracias a su promesa de instalar “una nueva forma de gobernar”, elemento decisivo para los votantes que percibían que en Chile se habían acumulado una serie de trabas que estaban entrabando el progreso de los 20 años anteriores. No propuso grandes reformas, sino mejorar la gestión pública.

Al cumplirse los dos años de gobierno se aprecia que la promesa de Piñera está pendiente.

La gestión pública ha sido sorprendentemente poco eficiente por varias razones:
a) Los principales cargos gubernamentales fueron cubiertos mayoritariamente por personas con destrezas propias del mundo gerencial privado, pero que han mostrado con demasiada frecuencia el desconocimiento del sistema público (otra burocracia, diferente dinámica), acompañada de una suerte de desprecio al personal estable y, lo peor, con escasa capacidad de aprendizaje. El mejor signo es el atraso en la reconstrucción, que no se logró en un año, según lo planificado. Como se ha dicho, “otra cosa es con guitarra”.

b) La falta de previsión ante el surgimiento de los problemas, como es el caso que las movilizaciones sociales siempre lo pillan de sorpresa, partiendo por el tema estudiantil, a pesar que existían antecedentes de que podían ocurrir. El escenario se repite en una lista de situaciones de menor masividad. Pero es inexplicable que después de lo ocurrido en Magallanes no se haya previsto lo de Aysén; peor aún, no se sacaron enseñanzas. El desconocimiento del mundo social ha sido un sello de estos dos años.

c) Tampoco ha existido una estrategia para enfrentar las movilizaciones sociales. La situación de Aysén es una repetición de casos anteriores. La continua oscilación entre dureza y diálogo; la utilización de los medios de comunicación en vez del diálogo directo y con los interlocutores adecuados, llevan a afirmar que el gobierno carece de destreza frente a los conflictos, está demasiado acostumbrado a imponer sus ideas, a dar órdenes.

d) Como consecuencia, las soluciones resultan perniciosas para el país, pues contienen una gran dosis de asistencialismo y, lo más grave, la constancia de que si un grupo social tiene algún problema, para lograr una solución tiene que gritar fuerte, aunque su tema no sea prioritario para el país.

El proceso de cambio que ha ocurrido en Chile en los últimos años es muy profundo y ha coincidido con lo ocurrido en otros países, aunque los fundamentos sean diferentes. Sin embargo, hay un factor común, tal como lo expresa Ernesto Sábato en su notable Antes del Fin, “Miles de personas, a pesar de las derrotas y los fracasos, continúan manifestándose, llenando las plazas, decididos a liberar a la verdad de su largo confinamiento. En todas partes hay señales de que la gente comienza a gritar: ¡Basta!”. En esta ocasión se trata de la regionalización, en que se reclama por el aislamiento y la representatividad regional, pero que también oculta el problema central: la brutal concentración del poder en Santiago.

En el Chile actual la gente se está acostumbrando a presionar por la solución de sus problemas al margen de la institucionalidad. No solo porque es escuchada por el Gobierno sino por la profunda crisis que experimenta el país, en que las instituciones tradicionales no están cumpliendo su labor.

Pero los problemas críticos del país no se limitan a las regiones, es toda la institucionalidad la que está cuestionada: gobierno y oposición, Parlamento, Poder Judicial, partidos políticos, el gran empresariado, la Iglesia Católica, la familia y la paternidad, entre algunas expresiones.

Cada día tiene menos poder la sentencia de Ricardo Lagos “dejemos que las instituciones funcionen”. Están pasando a ser “conjuntos vacíos”.

Por lo tanto, estamos en presencia de una profunda crisis.

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